Nuestro Patrón

SAN MIGUEL, LA LUCHA CONTRA EL MAL.

El culto a San Miguel arcángel ya era conocido entre los judíos y muy pronto se hizo popular entre los cristianos.

En el siglo V ya hay una iglesia dedicada a él en Roma, en la vía Salaria, consagrada el 29 de septiembre (por eso la elección de esta fecha para la fiesta).

El famoso castillo de Santangelo, en Roma, del siglo VI, que era en realidad un mausoleo para el emperador Adriano, está dedicado a San Miguel.

Varias apariciones y hechos prodigiosos dieron lugar a un culto especialmente intenso a San Miguel a lugares de Italia (Monte Gargamo, en el centro de Italia, a orillas del Adriático), de Francia (Mont Saint-Michel, en la Normandía) y de España (San Miguel de Aralar, en Navarra).

La carta de san Judas, una de las más breves del Nuevo Testamento, lo llama «el arcángel Miguel», (Jud 1,9). Su nombre viene de «Mica-El», y significa en hebreo «¿quién como Dios?». En efecto, las veces que aparece en la Escritura lo hace siempre en un contexto de lucha y batalla.

El libro de Daniel, en el antiguo Testamento, describe un misterioso conflicto entre el mal y el bien, capitaneados ambos por dos ángeles (Dn 10-12).

Otro libro dramático, el Apocalipsis, ya en el Nuevo Testamento – es el último libro de la Biblia-, describe también con un lenguaje lleno de símbolos la gran lucha entablada entre el bien y el mal, esta vez representados por el Dragón y el cordero, o sea, entre el Maligno y Cristo Jesús (Ap 12).

También aquí aparece Miquel, luchando a favor de Jesús, a la cabeza de los ángeles buenos. La batalla se decide a favor de bien y el gran dragón, la serpiente antigua, Satanás, es precipitado con sus al abismo. Mientras tanto, los vencedores, entusiasmados, entonan un himno de victoria en honor de Dios y de su Mesías.

San Miguel, por lo tanto, aparece como el paladín de Dios, el que lucha victoriosamente contra el mal, a favor de los fieles.

No es necesario que nos lo imaginamos vestido de guerrero, cubierto con escudo y con una espada o una cruz en la mano, como se le suele representar, con un dragón vencido a sus pies. Se trata de un lenguaje simbólico, que quiere expresar como Dios, a través de sus ángeles, nos ayuda en la lucha contra el mal en este mundo.